EL QUE SABE ABRIRSE A LOS DEMÁS NO CONOCE LA SOLEDAD
¡Cuántas personas se quejan de su soledad! Aunque haya alrededor de ellas cantidad de gente, se sienten solas. En realidad su actitud les aísla: no saben abrirse, no saben amar, no saben decir dos palabras de aliento o de consuelo, no saben dar; siempre esperan que sean los demás los que vengan hacia ellos. Pero los demás están casi siempre ocupados, con sus inquietudes, sus preocupaciones… Entonces, no hacen más que lamentarse: “Nadie me viene a ver, nadie me quiere, nadie se interesa por mí”. ¿Y por qué son siempre los demás los que deben amar e interesarse por ellos? Si sufren de soledad, no permanezcan así sin hacer nada. En lugar de carcomerse en un rincón esperando siempre las atenciones y el amor de los demás, den ustedes el primer paso, vayan hacia ellos.
No hay razón para sentirse solo cuando el amor y la luz están ahí mismo. Si se sienten solos es que se han situado fuera del amor y de la luz.
Cuántas veces he insistido para que salgan un poco de su egocentrismo a fin de hacer algo por los demás. Evidentemente, casi siempre es la educación que hemos recibido la culpable. Los padres dicen a sus hijos: “No seas tonto, no des siempre el primer paso, deja que sean los demás los que vengan a buscarte”. Posiblemente las personas vengan a buscarlos, pero solo si saben que son útiles. Si son panaderos, vendrán a su casa a buscar algo de pan. Para atraer, hay que ser capaces de dar algo. El que no tiene nada para dar no atrae a nadie y permanece solo. No tienen que reprochar a los demás de que no vengan hacia ustedes. ¡Sean agradables y verán como vienen! Miren una rosa cuando está abierta, ¡Exhala un perfume delicioso y todos se acercan para respirarlo, incluso las abejas, las mariposas! ¿Por qué? Porque está abierta. Entonces, ¿por qué permanecen cerrados, y sin perfume?
Extraído del libro “Reglas de oro para la vida cotidiana”
Autor: Omraam Mikhaël Aïvanhov
Editado por Bien de Salud
con la autorización de Editorial Prosveta
FRANCIA
10/01/2022